lunes, 23 de febrero de 2015

El partido de la discordia: El Milan de Sacchi contra el Barcelona de Pep


'La victoria quedará en los libros de historia, pero la forma de hacerse con ella permanecerá en el recuerdo de los aficionados' Arrigo Sacchi.

'Simplemente tienes la bola y la pasas. No hay mayor truco. Tengo el balón, paso el balón' Josep Guardiola.

En cada preciso instante que retomamos nuestra ruta y procedemos a hablar de fútbol algo nos invade en nuestro interior. Pensamos en este deporte jugado con los pies que tan solo consiste en dar patadas a una simple bola redonda con la finalidad de introducirla entre tres palos. Parece simple incluso si lo miramos desde la perspectiva de que tan solo hay un hombre encargado de cubrirla y 10 para defenderla. Parece sencillo hasta la facilidad con la que entran esas formas de puntuación llamadas goles junto a acrobacias o diversas obras de arte. Puede parecerlo, pero no lo es.

Aquellos años ochenta en los que la 'Quinta del Buitre' planteaba emular a los 'Yé-Yé' del 66, un equipo empezaba a rehacerse luego del nivel que se planteaba en la liga italiana. El Calcio había aumentado de nivel y el defender no era lo principal ante las bellezas que pasaban por plantillas como la Juventus, el Inter o el Nápoles. El sistema había evolucionado, el Catenaccio de Nereo Rocco pasaba a un segundo plano pero siempre manteniendo su esencia. Por suerte, un revolucionario llamado Arrigo Sacchi se encargó de cambiar el fútbol para siempre.

Miramos un encuentro cualquiera de este deporte y nos fijamos en que el que tiene la posesión es el que acaba atacando, dominando e incluso marcando. Sin embargo, este nuevo entrenador contratado por Silvio Berlusconi tenía otro concepto diferente que pasaba por la receta de la presión del 4-4-2. El conjunto se abastecía de Galli en portería, un cancerbero correcto en múltiples ocasiones y que salvaba en ciertos instantes los muebles de la infranqueable defensa. Para no ser menos, un total de 4 italianos formaban uno de los mejores cuartetos que se hayan podido ver jamás. Franco Baresi se acompañaba del enorme Costacurta en la zaga, mientras que Mauro Tassotti hacía de pareja de baile del hombre más grande que haya dado Italia: Paolo Maldini. Un muro que no dejaba paso a nadie era la salvación a los contados errores del centro del campo bañado por el mismísimo Carlo Ancelotti, Donadoni o Evani, Colombo y la estrella holandesa Frank Rijkaard. Solo con esto ya se podía prever que lo que saliera en cada jugada iba a ser pura dinamita. Pero, evidentemente, sin unos buenos rematadores arriba, la cosa pintaría mal. Nada más y nada menos que Ruud Gullit y Marco van Basten se hacían cargo de la ofensiva a la contra. El originario de Surinam (cuya biografía está repasada en este blog) tenía un rol muy difícil de llevar a cabo, ya que se encargaba de organizar la salida del esférico de tres cuartos hacia delante o bien de romper las líneas con disparos o pases medidos. Por su parte, el delantero era el dueño y señor del gol en el conjunto. Imaginando cada jugada y sabiendo leerla a la perfección, Marco se proclamó en tres ocasiones Balón de Oro, siendo una de ellas nombrado en el podio junto a sus dos compañeros holandeses.


Con los ingredientes preparados, Sacchi tocó techo a principios de los noventa al ganar la Copa de Europa dos veces consecutivas (convirtiéndose en el último en hacerlo hasta hoy) con un equipo en el que los originarios de Holanda ya habían conquistado una Eurocopa el pasado año, matiz que se repetiría años más tarde con otra generación de futbolistas, ahora, originarios de España.

Pep Guardiola había pasado la mayoría de su carrera en el F.C. Barcelona, gran parte de ella entre entrenadores como Van Gaal o Robson, pero había uno en concreto que significaba todo para él, había un hombre llamado Johan Cruyff. Si tratábamos antes el tema de Arrigo como visionario, debemos remontarnos años atrás para ver como evoluciona Johan en cuanto a su percepción del juego. Rinus Michels creó un nuevo planteamiento del juego conocido años más tarde como 'fútbol total', un sistema con el que Países Bajos alcanzó la final del Mundial de Alemania, con el que el Ajax conquistó tres Copas de Europa consecutivas (dos de ellas con Stefan Kovács) y basado en una movilidad perfecta de todos y cada uno de los jugadores alineados para llegar al objetivo de recuperar el balón. No era extraño ver como futbolistas acostumbrados a atacar bajaban a defender o vicerversa, creando de esta forma un clima perfecto entre la complicidad y el movimiento de pelota.

Llegando Cruyff con estas ideas, alineó a un joven Guardiola que comenzó a evolucionar prematuramente en uno de los mejores centro-campistas del país. Acabada su carrera decidió dedicarse de nuevo al club de sus amores luego de haber pasado por diversos países como fueron Italia, Qatar o México en cuanto a últimas aventuras profesionales se refiere. Desde su llegada la apuesta por 'La Masía' se mantuvo firme y, junto a los pocos futbolistas ya afianzados del primer equipo, trajo de la cantera a unos chicos que, según él, 'eran el futuro del fútbol moderno'. Aquellos adolescentes tenían entre 18 y 19 años y se vestían de nombres no conocidos hasta ese momento, como: Leo Messi, Gerard Piqué, Sergio Busquets, Pedro, Iniesta, etc... Todos absolutamente todos salidos de la cantera más prodigiosa que haya dado un país.


Estos prodigios se acompañaban de algunos más veteranos como era el caso de un Ronaldinho que comenzaba a decaer desde la salida de Rijkaard y su polémico aumento de peso, un Xavi Hernández que empezaba a dirigir la orquesta en cada partido con el permiso de un Deco que iba por el camino de la veteranidad y, por supuesto, un Carles Puyol que llevaba ya sus años entre la zaga maldita blaugrana. Entre salidas y entradas, el equipo llegó a disfrutar de delanteros puros y anotadores como Samuel Eto'o y Thierry Henry o incluso de magos que llevaban la contraria a todo el vestuario como Zlatan Ibrahimovic. Era complicado imaginarse algo tan bello sin ganar ni un solo título cuando se acababa de fichar al lateral derecho con mayor producción del mundo: Daniel Alves, un chico brasileño llegado desde Sevilla que perfectamente hubiera podido vestir de blanco si su compañero Sergio Ramos no hubiera dejado sin aliento a la grada del Pizjuán con aquel gol a Casillas que lo llevaría al Real Madrid.

El panorama fue tal y como se preveía, los trofeos caían como si de la sencillez más perfecta se tratara. El pequeño Lionel Messi exhibía su calidad por todos los estadios de una Europa asombrada por el fútbol perfecto de posesión que practicaba aquel equipo. El Barcelona, todo lo contrario al Milan, dependía de su posesión, viéndose obligado a tener que inventar algo innovador para cambiar el transcurso de los partidos y poder crear la superioridad numérica necesaria para mover el esférico con tranquilidad y precisión. Desde ese instante, los centrales comenzaron a subir para recibir la pelota como apoyo de la medular. Era común ver a Xavi o a Iniesta retrasando el juego hacia sus zagueros y más tarde rompiendo líneas cuando se había visto un hueco que siempre encontrado por estos dos magos. Además, el nuevo rol de Busquets al internarse entre el centro del campo con la finalidad de recuperar la posesión y de distribuirla, construyó algo imparable solo frenado por aquel Inter de Mourinho en 'La noche de los aspersores del Camp Nou'.

Tanto en 2009 como en 2011 se levantó la UEFA Champions League junto al logro de ser el único club en lograr 6 trofeos en un año natural, sumándose a esto la causa de las tres Ligas consecutivas y las dos Copas del Rey alternas. El equipo más desequilibrante del Siglo XXI había salido ya a relucir a comienzos de éste, no dando opción a repetir una perfección así.


Por el gran lío de datos, por su juego, por la emoción que daría este hipotético enfrentamiento y por millones de matices más, desde el punto de vista de los sabedores de este magnífico deporte, el Milan de Sacchi contra el Barcelona de Guardiola sería el mejor cara a cara del que podríamos disfrutar jamás.

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