Normalmente, la misma vida te da una de cal y otra de arena, pero solo a veces la suerte te acompaña y el azar puede significar un antes y un después en el transcurso de ésta. Yugoslavia tenía un equipo con estrellas carburando a más no poder, los Mijatovic, Miahjlovic, Prosinecki y demás llegaban a la Euro del 92 de la mejor forma posible, pero algo se interpuso en su camino, las guerras sufridas en el Este de Europa le impidieron participar, con lo cual una plaza se quedaba bacante.
Möller-Nielsen ocupaba el puesto de seleccionador danés, equipo que había sido designado como sustituto de Yugoslavia y que tenía a todos sus jugadores repartidos por todo tipo de paraísos habidos y por haber. Solo había que coger el teléfono y darles lo que para algunos fue el final de sus vacaciones, algo que se convirtió en lo mejor de sus vidas. Brian Laudrup, Peter Schmeichel, y muchos más tomarían las riendas de un conjunto que no estaba formado ni mucho menos por jugadores de calidad o de peso en el fútbol internacional, caso semejante pudo ser el de Henrik Larsen, un jugador no muy conocido que pasó de repartir el juego en la liga danesa a dar un título a su país, un título que tiene su historia.
Largas charlas y ajustes técnicos se resumieron en algo que debía de suceder ganaran o no a Francia, Suecia tenía que tumbar a Inglaterra si o si. Ambos partidos se jugaron el 17 de Junio a las 20:15, todos dependían de si mismos para pasar, todos menos Dinamarca. La plaza prendía de un hilo pero el ganar regalaba una cuerda más a la que agarrarse, una opción que no pasó desapercibida en absoluto. Möller-Nielsen tenía claro lo que había que hacer, y pidió a su equipo salir y dar una buena imagen sin olvidar que ganando podían optar a algo remoto pero existente, Larsen adelantaba en el minuto 8' y el sueño parecía posible hasta que Papin puso las tablas en el 60', como se podía parar eso, para colmo, Suecia e Inglaterra empataban a uno y el ganador se llevaría el gato al agua y también a los daneses. De nombre Lars y de apellido Elstrup, había entrado en el 66', ponía el 1-2 tan solo 12 minutos después. Pero en la vida como en todo, solo a veces la suerte te acompaña, y así fue: Brolin que había anotado el gol de la victoria ante Dinamarca, marcaba el 2-1 en el 82' y los suecos se quedaban como líderes. Sin saber nada en absoluto, los Laudrup y compañía seguían intentando mantener lo conseguido hasta que el australiano Hubert Forstinger dictara la sentencia. El pitido lo decía todo, el milagro se cumplía y aquella cuerda se hacía de hierro, tal y como la moral de estos once jugadores que iban lanzados hacia la gloria.
Un gol 'in extremis' de Karlheinz Riedle ante Suecia metía a los campeones del Mundial de 1990 en la final. El excentral Berti Vogts era el seleccionador alemán que de la mano de Effenberg y Klinsmann dirigía una Alemania capaz de todo y más. La fuerza de los de Nielsen era grande, muy grande, tanto como para salir convencidos de que hicieran lo que hicieran su vida había cambiado por completo y la buena imagen tenía que ir por delante de todo, recordando al encuentro ante Francia, lo primordial era disfrutar de lo que habían hecho. Y menuda forma de disfrutar, las amarillas llovían para los germanos y los goles también, Jensen en el 18' y Vilfort en el 78' hacían lo que para muchos fue culminar la magia de los mejores 15 días del Norte de Europa.