domingo, 29 de marzo de 2015

George Best: 'El Quinto Beatle'


'Gasté mucho dinero en mujeres, alcohol y coches de carrera. El resto simplemente lo desperdicié.' George Best.

Solo dos palabras que vienen al mismo tema son capaces de entrelazarse entre si y dar un resultado perfecto. Mezclamos trabajo duro y éxito, concentración y buenos resultados, y todas ellas nos dejan combinaciones que concuerdan. Sin embargo, aquel 22 de mayo de 1946 vendría al mundo el hombre que cambiaría esta logística pura del deporte. Acababa de nacer George Best.

Hijo de Anne Withers y Dickie Best, creció en Belfast (Irlanda del Norte), en un pequeño lugar llamado Cragagh. Desde edades tempranas se interesó por el deporte, en concreto por el rugby, una disciplina que lo llevaría a tener que abandonar los estudios después de que en 1957 fuera premiado con un viaje de estudios al Grosvenor Grammar School. George nunca tuvo en su mente el estudiar, y muy a pesar de que tenía un talento innato, se centró en desarrollar sus habilidades deportivas en el equipo de rugby de su ciudad. Por suerte, tras varios años de prácticas en este deporte, el primero de los hijos de la familia Best hizo valer su apellido en otra modalidad. Fue aceptado en el Lisnasharragh Secundary School, un lugar en el que se decantaría por el fútbol y en el que aprendería a desarrollar todo su potencial por completo.

A sus 15 años, uno de los ojeadores del Manchester United (Bob Bishop) envió un telegrama a Sr. Matt Busby con un mensaje muy claro: 'Creo que he encontrado un genio'. Por desgracia, tras firmar el contrato con el club gracias a Joe Armstrong, el joven se sintió demasiado presionado al quedar tan lejos de su vivienda, aliciente que le provocó que volviera a Irlanda del Norte con la posibilidad de ser fichado más tarde. Con el paso del tiempo, tuvo la sangre fría y tomó la decisión de volver a Manchester para pasar dos años en el conjunto amateur, no llegando su debut profesional hasta el 14 de septiembre de 1963 en un enfrentamiento ante el West Bromwich Albion en el que su equipo ganaría 1-0. Más tarde, el 28 de diciembre tocaría techo y anotaría su primer tanto ante el Burnley (5-1) en Old Trafford, llevándole esto a que su entrenador (Matt Busby) lo dejara en el conjunto principal y optara por sus servicios hasta en 26 ocasiones esa temporada, en las cuales dejaría un total de 6 goles además de ganar la FA Youth Cup con las categorías inferiores.

El enorme Best iba creciendo poco a poco. Sus compañeros lo apoyaban en todo y en los 59 partidos que disputó la campaña 64-65, contribuyó con 14 goles, incluyendo el importante tanto al Liverpool en 'El Teatro de los Sueños' durante la FA Charity Shield. A raíz de ello, la habilidad que mostraba en cada momento parecía caída del cielo. Cada rival que intentaba hacerle frente era esquivado por él cuando decidía lanzar una finta o amagar el pase. 'Bobby' Charlton y Denis Law componían la orquesta junto al enorme portento que tan solo vestía 18 años de edad. Por suerte, su cumbre estaba muy cerca, ya que el 9 de marzo de 1966, se haría el auténtico dueño del Estádio Da Luz marcando dos tantos al impresionante Benfica de Eusébio. Todos los diarios portugueses hablarían de tal hazaña, catalogándole como 'O Quinto Beatle' (El quinto Beatle), debido al éxito que atesoraba el grupo inglés durante aquellos años. Una lesión el 26 de marzo de 1966 por una entrada muy dura de un jugador que militaba en el Preston North End lo apartó de los terrenos de juego durante gran parte del tiempo, sin embargo, continuó jugando hasta que el 13 de abril del mismo año puso fin a la temporada en el encuentro celebrado en el Partizan Stadium en el que se derrotaría al Partizan de Belgrado por 2-0. Su retirada hasta septiembre no le privaría de apuntarse su primer trofeo liguero al alzarse el Manchester United meses después.



La campaña 1966-1967 fue el salto definitivo. A pesar de su comienzo con el alcohol y las mujeres, Best siguió dando lo mejor de si y rindiendo al máximo. La segunda liga caería en sus manos (esta vez con el en el campo) gracias a una ventaja de cuatro puntos sobre el segundo clasificado. Sería alineado un total de 45 ocasiones y anotaría hasta 10 goles, siendo recordados los dos ante el Liverpool (0-2) y el Hat-Trick en la penúltima jornada de liga ante el Newcastle United (6-0). El joven nacido en Belfast iba creciendo conforme pasaba el tiempo, ya incluso podía presumir de ser un peso pesado de una plantilla a la que le estaba destinada el logro más absoluto posible.

Era 1968, los 'Red Devils' estaban clasificados para la Copa de Europa y no iban a desperdiciar su oportunidad de hacer historia. Diez años hacía del deceso de 'The Busby Babys', un accidente en el que fallecieron 23 personas incluyendo periodistas y jugadores del equipo. En ese mismo avión iba 'Bobby' Charlton, el cual años más tarde contaría la tragedia como algo que recuerda con imágenes terroríficas. Sin embargo, el planteamiento ideado por esta innovación de futbolistas sería lo que daría aire a un club que quedó destrozado anímicamente. Primero se derrotó al Sarajevo por 2-1 y más tarde al Górnik Zabrze polaco para acceder a la Semifinal del torneo. Allí esperaba el Real Madrid. Sin Di Stéfano, los blancos sufrieron el gol de George en Old Trafford que bastaría para que con el 3-3 de la vuelta el Manchester United se plantara en la gran final.

Wembley a rebosar aquel 29 de mayo de 1968 en el que el Benfica de Eusébio, de nuevo, pedía revancha ante los ingleses. Recordado como el partido de las patadas de Nobby Stiles al mozambiqueño, este sería el momento en el que el fútbol británico daría el salto cualitativo definitivo. Chartlon golpearía primero en el 53' para que el mediocentro Jaime Graça pusiera las tablas en el 75' y se desatara una corriente de acometidas rojas. Primero Best, luego Brian Kidd y por último de nuevo Charlton cerrarían el cara a cara en poco menos de 10 minutos de una prórroga en la que fueron ayudados por el alma de todos aquellos luchadores que perderían la vida en el accidente aéreo de Múnich. Busby emocionado levantaba el trofeo siendo consciente de su importancia y sintiéndose orgulloso de haber hecho historia. Por su parte, George aprovecharía para continuar con su rutina de celebración: alcohol y mujeres hermosas.



Su polémica vida siguió su curso, y en 1969 no todo iría lo bien que debía. El técnico abandonó el conjunto, pero él continuó con la racha de goles (22 en 55 partidos) que le llevaba a seguir creciendo después de haber sido nombrado Balón de Oro en 1968 por sus acciones en la temporada anterior. La evolución iba llegando junto a los hábitos mal planteados que le llevaban a sufrir muchas veces bajadas muy grandes en torneos menores en los que la concentración era menor. Se alcanzaron las semifinales de la Copa de Europa, no teniendo la fortuna suficiente y cayendo ante el equipo que levantaría el trofeo, un Milan que estaría comandado por el guardameta Fabio Cudicini, el cual sería el héroe de la eliminatoria.

Varios récords llegarían próximamente, aunque no títulos importantes, ya que el Manchester United bajaría varios puestos, quedando en zonas medianas de tabla. George anotó seis goles ante el Northampton Town en la victoria por 8-2 el 7 de febrero de 1970. Kim Book, el portero titular del Northampton comentaba que 'siempre se lanzaba hacia un lado pero el hombro de Best iba hacia otro. La rotura estaba asegurada y el gol también'. Esta actuación sería elegida como la número 26 en la lista de Los 100 Mejores Momentos del Deporte.

Wilf McGuinness sería el mánager hasta mediados de 1971, sin embargo, quedaría como testigo y juzgador del 'Quinto Beatle' cuando éste faltó al entrenamiento en Stamford Bridge para mantener relaciones sexuales con la famosa actriz Sinéad Cusack. Más tarde, Fran O'Farrell tomaría las riendas del proyecto que iba desmoronándose con las salidas de tono de nuevo del jugador. Otra relación, esta vez con la Miss de Gran Bretaña: Carolyn Moore en 1971, propiciaría un escándalo al anular sus entrenos durante una semana completa en enero de aquel mismo año.



Tras estos sucesos, el gran delantero no tuvo límite y continuó haciendo lo que le venía en gana. Fuera de actividades profesionales en las que destacaba, se sentía muy frustrado por el declive que estaba experimentando su conjunto. El paso del tiempo lo llevaría a su ocaso. Sería en Loftus Road en su derrota por 3-0 ante el Queens Park Rangers cuando Best vestiría por última vez la camiseta roja, después de que hubiera rondado su cabeza durante gran parte de aquellos meses la idea de abandonar el fútbol.

Su carrera no acabaría ahí, la calidad seguiría paseándose por un total de 11 diferentes plantillas como fueron Cork Celtic (Irlanda), Los Ángeles Aztecs (Estados Unidos) en dos ocasiones, Fulham, donde volvería a un nivel razonable y polémico al ser recordado por el robo de balón a su compañero Rodney Marsh ante el Hereford United en la FA Cup; Fort Lauderdale Strikers (Estados Unidos), Hibernian (Escocia), San José Heartquakes (Estados Unidos), Motherwell (Escocia), Golden Bay (Estados Unidos), AFC Bournemouth (Inglaterra) y Tobermore United (Inglaterra) para completar la travesía de 10 años y certificar su retiro a los 38. En ninguno de los clubes se alzaría con título alguno; la leyenda se había forjado ya en un único lugar.

Después de 22 años basando su vida en 'Pubs', fama y ocio, el gran George ingresaría en el hospital Cromwell de Londres durante el 3 de octubre de 2005, lugar en el que dejaría atrás los 239 goles que ya formaban parte de la historia. Los calmantes que usó para frenar sus males al realizarse un trasplante de hígado fueron su sentencia. El 20 de noviembre, News of the World sacaría a la luz una fotografía autorizada por el propio futbolista en la cual el mensaje estaba claro, una vida de récords, de buen juego, de talento, de magia y de placer deportivo se acababa por múltiples imprudencias. Solo quedó para el recuerdo una última frase, unas palabras que siempre serán recordadas y que salieron de su interior más profundo: 'No muráis como yo'.

lunes, 23 de febrero de 2015

El partido de la discordia: El Milan de Sacchi contra el Barcelona de Pep


'La victoria quedará en los libros de historia, pero la forma de hacerse con ella permanecerá en el recuerdo de los aficionados' Arrigo Sacchi.

'Simplemente tienes la bola y la pasas. No hay mayor truco. Tengo el balón, paso el balón' Josep Guardiola.

En cada preciso instante que retomamos nuestra ruta y procedemos a hablar de fútbol algo nos invade en nuestro interior. Pensamos en este deporte jugado con los pies que tan solo consiste en dar patadas a una simple bola redonda con la finalidad de introducirla entre tres palos. Parece simple incluso si lo miramos desde la perspectiva de que tan solo hay un hombre encargado de cubrirla y 10 para defenderla. Parece sencillo hasta la facilidad con la que entran esas formas de puntuación llamadas goles junto a acrobacias o diversas obras de arte. Puede parecerlo, pero no lo es.

Aquellos años ochenta en los que la 'Quinta del Buitre' planteaba emular a los 'Yé-Yé' del 66, un equipo empezaba a rehacerse luego del nivel que se planteaba en la liga italiana. El Calcio había aumentado de nivel y el defender no era lo principal ante las bellezas que pasaban por plantillas como la Juventus, el Inter o el Nápoles. El sistema había evolucionado, el Catenaccio de Nereo Rocco pasaba a un segundo plano pero siempre manteniendo su esencia. Por suerte, un revolucionario llamado Arrigo Sacchi se encargó de cambiar el fútbol para siempre.

Miramos un encuentro cualquiera de este deporte y nos fijamos en que el que tiene la posesión es el que acaba atacando, dominando e incluso marcando. Sin embargo, este nuevo entrenador contratado por Silvio Berlusconi tenía otro concepto diferente que pasaba por la receta de la presión del 4-4-2. El conjunto se abastecía de Galli en portería, un cancerbero correcto en múltiples ocasiones y que salvaba en ciertos instantes los muebles de la infranqueable defensa. Para no ser menos, un total de 4 italianos formaban uno de los mejores cuartetos que se hayan podido ver jamás. Franco Baresi se acompañaba del enorme Costacurta en la zaga, mientras que Mauro Tassotti hacía de pareja de baile del hombre más grande que haya dado Italia: Paolo Maldini. Un muro que no dejaba paso a nadie era la salvación a los contados errores del centro del campo bañado por el mismísimo Carlo Ancelotti, Donadoni o Evani, Colombo y la estrella holandesa Frank Rijkaard. Solo con esto ya se podía prever que lo que saliera en cada jugada iba a ser pura dinamita. Pero, evidentemente, sin unos buenos rematadores arriba, la cosa pintaría mal. Nada más y nada menos que Ruud Gullit y Marco van Basten se hacían cargo de la ofensiva a la contra. El originario de Surinam (cuya biografía está repasada en este blog) tenía un rol muy difícil de llevar a cabo, ya que se encargaba de organizar la salida del esférico de tres cuartos hacia delante o bien de romper las líneas con disparos o pases medidos. Por su parte, el delantero era el dueño y señor del gol en el conjunto. Imaginando cada jugada y sabiendo leerla a la perfección, Marco se proclamó en tres ocasiones Balón de Oro, siendo una de ellas nombrado en el podio junto a sus dos compañeros holandeses.


Con los ingredientes preparados, Sacchi tocó techo a principios de los noventa al ganar la Copa de Europa dos veces consecutivas (convirtiéndose en el último en hacerlo hasta hoy) con un equipo en el que los originarios de Holanda ya habían conquistado una Eurocopa el pasado año, matiz que se repetiría años más tarde con otra generación de futbolistas, ahora, originarios de España.

Pep Guardiola había pasado la mayoría de su carrera en el F.C. Barcelona, gran parte de ella entre entrenadores como Van Gaal o Robson, pero había uno en concreto que significaba todo para él, había un hombre llamado Johan Cruyff. Si tratábamos antes el tema de Arrigo como visionario, debemos remontarnos años atrás para ver como evoluciona Johan en cuanto a su percepción del juego. Rinus Michels creó un nuevo planteamiento del juego conocido años más tarde como 'fútbol total', un sistema con el que Países Bajos alcanzó la final del Mundial de Alemania, con el que el Ajax conquistó tres Copas de Europa consecutivas (dos de ellas con Stefan Kovács) y basado en una movilidad perfecta de todos y cada uno de los jugadores alineados para llegar al objetivo de recuperar el balón. No era extraño ver como futbolistas acostumbrados a atacar bajaban a defender o vicerversa, creando de esta forma un clima perfecto entre la complicidad y el movimiento de pelota.

Llegando Cruyff con estas ideas, alineó a un joven Guardiola que comenzó a evolucionar prematuramente en uno de los mejores centro-campistas del país. Acabada su carrera decidió dedicarse de nuevo al club de sus amores luego de haber pasado por diversos países como fueron Italia, Qatar o México en cuanto a últimas aventuras profesionales se refiere. Desde su llegada la apuesta por 'La Masía' se mantuvo firme y, junto a los pocos futbolistas ya afianzados del primer equipo, trajo de la cantera a unos chicos que, según él, 'eran el futuro del fútbol moderno'. Aquellos adolescentes tenían entre 18 y 19 años y se vestían de nombres no conocidos hasta ese momento, como: Leo Messi, Gerard Piqué, Sergio Busquets, Pedro, Iniesta, etc... Todos absolutamente todos salidos de la cantera más prodigiosa que haya dado un país.


Estos prodigios se acompañaban de algunos más veteranos como era el caso de un Ronaldinho que comenzaba a decaer desde la salida de Rijkaard y su polémico aumento de peso, un Xavi Hernández que empezaba a dirigir la orquesta en cada partido con el permiso de un Deco que iba por el camino de la veteranidad y, por supuesto, un Carles Puyol que llevaba ya sus años entre la zaga maldita blaugrana. Entre salidas y entradas, el equipo llegó a disfrutar de delanteros puros y anotadores como Samuel Eto'o y Thierry Henry o incluso de magos que llevaban la contraria a todo el vestuario como Zlatan Ibrahimovic. Era complicado imaginarse algo tan bello sin ganar ni un solo título cuando se acababa de fichar al lateral derecho con mayor producción del mundo: Daniel Alves, un chico brasileño llegado desde Sevilla que perfectamente hubiera podido vestir de blanco si su compañero Sergio Ramos no hubiera dejado sin aliento a la grada del Pizjuán con aquel gol a Casillas que lo llevaría al Real Madrid.

El panorama fue tal y como se preveía, los trofeos caían como si de la sencillez más perfecta se tratara. El pequeño Lionel Messi exhibía su calidad por todos los estadios de una Europa asombrada por el fútbol perfecto de posesión que practicaba aquel equipo. El Barcelona, todo lo contrario al Milan, dependía de su posesión, viéndose obligado a tener que inventar algo innovador para cambiar el transcurso de los partidos y poder crear la superioridad numérica necesaria para mover el esférico con tranquilidad y precisión. Desde ese instante, los centrales comenzaron a subir para recibir la pelota como apoyo de la medular. Era común ver a Xavi o a Iniesta retrasando el juego hacia sus zagueros y más tarde rompiendo líneas cuando se había visto un hueco que siempre encontrado por estos dos magos. Además, el nuevo rol de Busquets al internarse entre el centro del campo con la finalidad de recuperar la posesión y de distribuirla, construyó algo imparable solo frenado por aquel Inter de Mourinho en 'La noche de los aspersores del Camp Nou'.

Tanto en 2009 como en 2011 se levantó la UEFA Champions League junto al logro de ser el único club en lograr 6 trofeos en un año natural, sumándose a esto la causa de las tres Ligas consecutivas y las dos Copas del Rey alternas. El equipo más desequilibrante del Siglo XXI había salido ya a relucir a comienzos de éste, no dando opción a repetir una perfección así.


Por el gran lío de datos, por su juego, por la emoción que daría este hipotético enfrentamiento y por millones de matices más, desde el punto de vista de los sabedores de este magnífico deporte, el Milan de Sacchi contra el Barcelona de Guardiola sería el mejor cara a cara del que podríamos disfrutar jamás.