miércoles, 12 de noviembre de 2014

La Brasil de los 'Cinco Dieces'

'Fuimos la única selección en cometer un error como este, colocar cinco números '10' en el campo, pero también la única que triunfó con ello' Jair Ventura Filo 'Jairzinho'.

Sin palabras se quedaban los espectadores con aquel gol de Maradona en 1986, los mismos que habían presenciado 16 años antes el mejor Mundial de fútbol jamás visto. Era 1970 y el rol de equipo pasó a llamarse y tratarse como 'Powerfootball', tras la gran brecha que había dejado Inglaterra en el 66. Brasil que había fracasado en tierras inglesas vivía una dura dictadura que fue declarada casi como una revolución por parte de Joao Saldanha, el cual sería destituido por declarar que Pelé no iría al campeonato debido a una miopía y lesiones de cadera, a esto se debió entonces la aparición como seleccionador Mario Zagallo, el exjugador de la selección y ganador de las Copas del Mundo de 1958 y 1962, quedando todo un mundo por delante aún. 'La Canarinha' quiso prepararse de manera perfecta para llegar con la mejor condición a la competición, dejando nada más que un millón de dolares en preparación física que serían probablemente la inversión más rentable de los últimos años.

Así y con poco más de 20 jugadores se llegaba a Junio de 1970. Es cierto que eran 20, sí, pero no jugadores cualquiera, sino estrellas del mayor nivel posible. Era 3 del caluroso mes de Junio en la también sofocante ciudad de Guadalajara, cuando el Estadio Jalisco se ponía en pie para presenciar un partido a la altura de los dioses. Formaban por parte de Brasil los ya conocidos Pelé, Jairzinho, Tostao, Gerson y Rivelino, pero el caso era como lo hacían. Solo la mitad del equipo de campo se centraba en crear y adornar, en hilar y deshilar, en dar y devolver, en embellecer y deslumbrar, solo esa mitad, porque la otra se encargaría de dar lo mejor de si en otras posiciones más retrasadas y prevenir así contraataques duros como el que sufriría en el minuto 11' de aquel enfrentamiento ante Checoslovaquia en el que Petras se luciría los primeros instantes. Hacía falta casta y mucha, no era suficiente el bordar el esquema además de la representación, esto solo ocurría cada 4 años y los brasileños lo sabían. Fue entonces cuando en una falta al borde del área, Rivelino anotaría el 1-1, a partir de ahí el encuentro terminaría por romperse y hacerse de los sudamericanos que con uno de Pelé y dos de Jair, dejaban el 4-1 para los restos.

Bien distinto se presentaba la segunda cita de los hombres de Zagallo, cuyo rival era la Inglaterra recién campeona del mundo 4 años antes. Llegaba el momento de demostrar las diferencias entre el fútbol de fuerza y la calidad. Con la ya famosa expresión ya sabida de: 'Más vale maña que fuerza', saltaban los internacionales aquella mañana del 7 de Junio al Jalisco para decidir cual de los dos se mediría a Alemania en la siguiente fase. Como era de esperar, la técnica de los 5 de arriba se dejaba notar cada minuto, dominio era la mejor palabra para describir un partido en el que los ingleses dieron muchas patadas y se encararon varias veces con el rival. Pero entre tanto, Jairzinho tira una carrera inmensa por la banda y tras ella, manda a Pelé un pase de auténtico '10', se eleva por encima del central y cabecea picado a la portería que defendía Gordon Banks, éste adivina la trayectoria y saca en la línea de gol el esférico, dándole rosca para que saliera despedido por encima del larguero. La mejor parada de la historia había tenido lugar. Precisamente no sería ese el tanto de la victoria, no solo por la gran intervención, sino porque la vida caprichosa había querido que Jair Ventura marcara el 1-0 en el 56', dejando de esta manera a su país en la siguiente ronda si conseguían ganar a Rumanía, victoria que acabaría por certificarse por un corto 3-2 con dos goles de 'O'Rei' y uno de él.



Finalizada una intensa fase de grupos, el día 14 tendría lugar el enfrentamiento ante la Perú de Didí, el cual se había encargado de formar un conjunto ofensivo al cien por cien y totalmente descuidado atrás. Dos equipos que no sabían defender se limitaron a atacar, primero golpearon Rivelino y Tostao, más tarde Gallardo recortaría distancias. El asedio a ambos marcos era inevitable, Felix tuvo la tarde de mayor trabajo hasta aquel momento en esta Copa, y esto se vería recompensado con los goles de Tostao de nuevo y Jair, tantos que hicieron que no se notara el de Cubillas que ponía el 4-2. El Estadio y el país tenían un nuevo amor, su nombre estaba claro, pero aún se tenía que justificar como rey.

Y menuda prueba le esperaba, Uruguay que había sufrido ante la Unión Soviética, a la cual le ganó en la prórroga, llegaba para medirse al 'Jogo Bonito' el 17 de Junio. Una Brasil totalmente expuesta se dejó intimidar por las estrategias de palabra de los uruguayos, ya enseñados y encargados de recordar el 'Maracanazo' sufrido 20 años antes en Río de Janeiro. Patadas y más patadas llovieron aquel día en el Jalisco, y coincidencia o no, no hubo ningún expulsado por parte del árbitro español José María Ortiz, el cual declaraba años más tarde que 'se jugó un partido con dureza, no con agresividad', algo cuestionado por muchos periodistas y entendidos del deporte a día de hoy, pero no replicado en aquella fecha. Ante la desesperación, Cubilla ponía el 0-1 y el miedo escénico empezaba a surgir en una selección que venía bordando cada minuto de la competición. Por suerte, había algo escondido en el campo, una técnica aplicada por el seleccionador Juan Hohberg que consistía en marcar al hombre a todo jugador de medio-centro para arriba, Rivelino, que vio este planteamiento, ordenó al pivote Clodoaldo adelantar su posición en una única jugada en la que él se quedaría en la posición defensiva. Clodoaldo subía, al mismo tiempo que nadie le hacía ni el más mínimo caso, así hasta llegar a la portería con un pase desde la banda que fusilaría a Mazurkiewicz y pondría las tablas. A raíz de esto todo fueron sonrisas, Jair hacía el 2-1 y más tarde, Rivelino el tercero a pocos minutos de que se apurara el tiempo reglamentario, 'La Verde-amarela' se dejaba notar en una de sus mejores exhibiciones, e Italia esperaba en la gran final.

El sol caía y volvía a caer, los finalistas se aproximaban en su autobús pensando en como iba a ser la mayor fiesta del fútbol y de quien caería la fortuna de la victoria; eso era lo que pensaban los futbolistas, todos menos Pelé. Con 3 mundiales a sus espaldas y dos de ellos en su bolsillo es posible pensar que un jugador de tal talla no sentía presión alguna, rotunda equivocación de todo el que se le ocurrió tal especulación, el internacional de 30 años rompía a llorar a pocos minutos del comienzo por un ataque de nervios que sufrió. Las alineaciones formaban en el precioso Estadio Azteca en Ciudad de México, toda la carne puesta en el asador para explotar en esta cita, y poco se tardó en encontrar el fallo, los italianos marcaban hombre a hombre individualmente, cosa que Jair detectó y comentó a Pelé, éste tras un saque de banda se intercambió de posición con su compañero, creando una confusión rotunda en la zaga rival, Edson cabeceaba, y esta vez Banks no le quitaría su gol, el 1-0 subía al electrónico. Pero si un despiste le costó a los de la 'Isla de la Bota' el primer gol de la final, otro le costaría a los de Zagallo el empate por parte de Boninsegna que remataba solo sin poder impedir la entrada del balón el portero Felix. El descanso marcaba pautas y tras 20 minutos de segunda mitad, Gerson hacía el 2-1 con un disparo seco que destrozó la red y que se combinaría con el 3-1 que Jairzinho adjudicaba en el 71', junto al récord de anotar en todos y cada uno de los encuentros sin fallar en ninguno. Así solo quedaba el sufrimiento de Italia, que a pesar de poseer a Mazzola y Riva en su once no pudo hacer nada más que ver como caía el cuarto después de que el fútbol se viera sometido a la calidad de una combinación que acabaría en el trallazo imparable de Carlos Alberto y la tercera Copa en propiedad de Brasil.



Tal vez fuera por las lágrimas del rey del fútbol previas a entrar al estadio, tal vez fuera porque cinco magos bajaran para hacer frente al mundo, tal vez fuera por mil cosas, pero seguro que ninguna se podría enumerar con una expresión de '10', una expresión que ellos multiplicaban por 5.


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